Fácil para Rosberg en un nuevo gatillazo de Alonso y McLaren-Honda
La clasificación volvió a ser una atractivo real, una ascensión en las sillas locas ante la mirada divertida del parque temático de Sochi. Sus trazos no le convierten en la atracción mas divertida del circo, pero ver a los leones jugar a los atletas por su comida favorita es cómo la pachanga de pádel semanal: divertida. El ritual contra el reloj comenzó con nubes grisáceas amenazando levemente con gotas de artificio.
El desfile comenzó timorato, sin demasiada actividad en la ingeniería de Tilke. Los Mercedes se dedicaban a chincharse entre ambos, divirtiéndose y picándose como una película de Fast&Furius: van sobrados. El pique no iba a ser ignorado por las autoridades: Hamilton, investigado. Ferrari se escondía… o eso querían aparentar. Maranello optaba por el estilo Groucho Marx: «Mejor estar callado y parecer un tonto que abrir la boca y despejar cualquier tipo de dudas».
En silencio se quedaron los Renault al verse incapaces de colarse en la Q2, junto con los patitos feos de la parrilla: Sauber y Manor. Los tractores amarillos no son lo que se lleva ahora. Arrancar de cero en esta nueva Fórmula 1 es abalanzarse a la humillación durante los inicios, esperando que el futuro sea más benévolo con las leyendas de este deporte. 2017 empieza a ser como Panamá: un paraíso fiscal que muchos quieren alcanzar. El elíseo del libre desarrollo, los neumáticos más anchos y la aerodinámica más agresiva está a la vuelta de la esquina.
La Q2 era el momento M, a la hora H para McLaren-Honda. Refrendar al MP4-31 como un monoplaza de Q3 era tan necesario como que haya Gobierno en España. Jenson Button y Fernando Alonso se han agotado de apelar a su escudería por estar entre los 10 mejores monoplazas. También han aseverado con cierta ambigüedad casuística que, realmente, este coche está en esa tercera oportunidad de los sábados.
Tras los primeros compases protocolarios se avecinaba la guerra entre los McLaren, Force India, Toro Rosso y Haas por la Q3. Una batalla que la realización no se encargó de mostrar con delicadeza. Todo terminó en un nuevo gatillazo para Alonso y McLaren-Honda: 14º. Button rozó el milagro pero se quedó 12º. Carlos Sainz, más acostumbrado a colarse en el top 10, no pudo hacer magia en esta ocasión: Kvyat le echó en el último momento.
Fernando Alonso empieza a ser una lucha constante por no renunciar a la felicidad. Un ejercicio de autoayuda para no acabar como un suicida con todos los trofeos de su estantería. Un maestro zen ante la prensa que no pierde la mejor de las sonrisas con, quien sabe, si la procesión del Cristo de los Dolores por dentro. Los corralitos de Q2 y Q1 son una tónica incómoda en el último año y medio para el bicampeón. Como un pingüino en el Sahara, Fernando continúa sobreviviendo a los sábados al sol de McLaren-Honda. La vida, desgraciadamente, sigue igual.
El guion trágico también continúa para Lewis Hamilton en este 2016. Un problema en el MGU-H de su Mercedes, sumado a la investigación abierta por la FIA, dejaban en bandeja de plata la pole a Nico Rosberg. La desgracia sigue habitando su box mientras que en el de su rival sólo hay gestos de felicidad. El 6 volvió a adjudicarse la pole como el que baja a comprar el periódico y el pan. No necesitó una vuelta mágica para mostrar las vergüenzas de Ferrari: están más lejos de Mercedes que en 2015. Rosberg en lo más alto; Vettel, segundo y Bottas completando el triduo.
Se podría hablar de una ventaja en la estrategia y elección de neumáticos, contar que la mejora es evidente en McLaren-Honda, que el chasis es una delicia entre la parrilla y demás historias optimistas. No será este sábado: otro gran premio más lejos de la Q3 empieza a ser una broma macabra que ni un capítulo de La que se avecina. No están ni tan mal ni tan bien. Siguen en ese limbo incómodo que no da ni para reír ni para llorar. Aquí el único que sonríe es Rosberg, los únicos que lloran, Ferrari.